En una semana como esta, no es difícil inspirarse para buscar un tema del que hablar. La televisión, las paradas de autobús, las tiendas, tu pareja…todo lo que te rodea te lo está señalando: ¡AMOR!, que para eso es San Valentín. Y buscando trabajos sobre ello me encontré con el trabajo de Stephanie Ortigue.
Stephanie Ortigue está especializada en el estudio de las regiones del cerebro implicadas en el amor y su actividad. En 2010 publicó, junto con sus colaboradores, una revisión de los estudios de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) llevados a cabo por distintos investigadores, para identificar las redes corticales asociadas con el amor apasionado, y compararlas con otros tipos de amor. Su título, “Las neuroimágenes del amor”(1), ya por sí es sugerente.
Cuando nos enamoramos, se activan 12 áreas distintas del cerebro que trabajan para liberar sustancias como la oxitocina, dopamina, adrenalina y vasopresina que inducen la euforia del amor. Las regiones implicadas están relacionadas con la recompensa y la motivación y esto motiva a crear lazos de pareja. Lo interesante es saber si ese amor es duradero o no, como muchas teorías defienden, es decir, ¿se puede estar enamorado de tu pareja para toda la vida?
Blanca Acevedo, con su trabajo publicado en 2011 en Social Cognitive and Affective Neuroscience, (2)me dio una pista. En este estudio analizó por fMRI a hombres y mujeres con una feliz relación de décadas y vio que al mostrarle fotos de su pareja se activaban las mismas zonas que se activan en las primeras etapas del amor romántico, además de otras implicadas en otros tipos de amor (maternal, etc).
Estos y otros estudios nos dicen que el amor puede y dura, que no es sólo el privilegio de unos pocos. Es difícil, pero se puede, a pesar de, seamos sinceros, que las relaciones no son nada fáciles. Es posible que nuevos conocimientos nos ayuden a saber si lo que parece un ideal realmente existe….el amor para toda la vida.
(1)Ortigue S, Bianchi-Demicheli F, Patel N, Frum C, Lewis JW. Neuroimaging of love: fMRI meta-analysis evidence toward new perspectives in sexual medicine. J Sex Med. 2010 Nov;7(11):3541-52
(2)Bianca P. Acevedo, 1 Arthur Aron,1 Helen E. Fisher,2 and Lucy L. Brown3 . Neural correlates of long-term intense romantic love. Soc Cogn Affect Neurosci. 2012 February; 7(2): 145–159.
Tras una conversación con compañeros coaches sobre el perfil altruista de aquellos que nos dedicamos a esta profesión, me surgió la incógnita, del tipo de dudas que me suelen surgir, de si el altruismo tenía una base biológica.
¿Por qué nos produce una emoción negativa ver sufrir a alguien?
Para empezar, el comportamiento altruista no encajaría dentro de la Teoría de la Evolución de Darwin, en la que la evolución se basa en la supervivencia de las especies. Ya que un individuo que arriesga su vida por salvar a otros, pone en riesgo la capacidad de reproducirse y por tanto contradice la idea de la lucha por supervivencia y la perpetuación de la especie.
William Donald Hamilton, en 1964, y el biólogo Robert Trivers, posteriormente, aclararon esta contradicción. Podemos conseguir pasar nuestros genes a la siguiente generación sin reproducirnos, pero si ayudando a los que comparten genes con nosotros, es decir a parientes o incluso ayudando a aquellos que puedan devolver el favor a sus parientes en el futuro.
Consiguiendo así aumentar las posibilidades de propagación genética. Esto de alguna manera explicaría por qué tendemos más a ayudar a los que son más semejantes a nosotros.
En este comportamiento entraría en juego una emoción, la empatía, que se puede encontrar ya en recién nacidos, lo que hace pensar que el hombre ya nace predispuesto a experimentar la empatía. Todo esto le confiere al ser humano un carácter, por naturaleza y por defecto, empático y altruista. Qué buena noticia.
Muchas veces, cuando observamos a alguien hacer algo, sentimos el impulso de llevarlo a cabo nosotros mismos y otras, cuando damos de comer a un bebe, nos sorprendemos a nosotros abriendo la boca también. La neurociencia ha descubierto que en estas situaciones se activan un tipo especial de neuronas llamadas neuronas espejo.
Considerado como uno de los descubrimientos más importantes de la neurociencia en la última década, las neuronas espejo son responsables de activarse cuando un animal o persona ejecuta una acción y cuando observa que esa misma acción es ejecutada por otro individuo.
Este tipo de neuronas se descubrieron en monos macaco, en 1996, por el grupo de Giacomo Rizzolatti (1), y como ocurre en otros muchos casos en la ciencia, fue por casualidad. Se encontraban registrando la actividad cerebral que se producía al ejecutar movimientos con la mano, cuando se dieron cuenta que al coger un plátano del frutero y el mono en estudio lo observaba, se activaban un grupo de neuronas en el mismo sin que se hubiera ni siquiera movido.
Son neuronas localizadas en el área de Broca, area relacionada con el lenguaje, en regiones motoras del cerebro, y en aquellas involucradas en la visión y en la memoria. Además se ha visto que hay un mayor número y actividad de neuronas espejo en el cerebro femenino que en el masculino.
Son las neuronas encargadas de hacernos bostezar cuando observamos a una persona hacerlo y en neurociencia se supone que su papel es esencial en capacidades como la empatía y la imitación. Todas ellas capacidades ligadas a la vida social y que demuestran como nuestro cerebro presenta una estructura adaptada a ser seres sociales.
(1)Gallese et al, Action recognition in the premotor cortex, Brain, 1996. Disponible en http://brain.oxfordjournals.org/content/119/2/593.long
La Neuroplasticidad se ha convertido en el proceso biológico más importante para entender cómo funciona nuestro cerebro, para explicar nuestras conductas y comportamientos, para descubrir que el cambio es posible y hasta necesario. Es por ello que será un tema del que hablaré mucho y creo que es fundamental que empiece por el principio. Definiéndolo y aclarando el concepto para poder entender con claridad en qué consiste.
La Neuroplasticidad o plasticidad neuronal se puede definir como la capacidad que tiene el cerebro para formar nuevas conexiones nerviosas, a lo largo de toda la vida, en respuesta a la información nueva, a la estimulación sensorial, al desarrollo, a la disfunción o al daño.
La neuroplasticidad le confiere al cerebro un carácter dinámico, en continua relación con el ambiente y con los actos del propio sujeto. Es conocida como la “renovación del cableado cerebral”. Es el proceso que permite el desarrollo y maduración del cerebro y procesos como el aprendizaje y la memoria.
Esta propiedad emerge de la naturaleza de las neuronas, de cómo funcionan y cómo se comunican, por lo que es importante cómo funciona la neurona, como se transmite la información a través de una neurona y como se comunica con otras neuronas formando los circuitos neuronales.
La neuroplasticidad puede ser positiva, cuando se crean y amplían redes neuronales, o negativas cuando se eliminan aquellas que no se utilizan. Además, según sus efectos, la neuroplasticidad puede ser:
• Reactiva: los ajustes del cerebro necesarios cuando se producen cambios ambientales de corta duración que afectan a las neuronas, como la hipoxia.
• Adaptativa: los cambios cerebrales permanentes que modifican o generan un circuito neuronal. Ocurren en procesos como el aprendizaje y la memoria.
• Reconstructiva: la capacidad del cerebro de recuperar las funciones perdidas por un trastorno mecánico o fisiológico.
• Evolutiva: la plasticidad que ocurre por la influencia ambiental predominante en dicho momento.
Son bastante populares y tienen un gran éxito comercial los famosos videojuegos del tipo Brain Training, pero ¿son realmente tan efectivos?, ¿en qué medida nos ayudan a ejercitar nuestro cerebro?
Con el avance de la tecnología en el estudio del desarrollo del cerebro, se ha podido estudiar los cambios que se producen en el cerebro en el número de conexiones celulares y en la velocidad con la que las células se pueden comunicar. Es lo que se conoce como neuroplasticidad .No sólo todo va cambiando de forma natural sino que además, cada vez que aprendemos una palabra nueva o un nuevo rostro, algo cambia y sabemos que esto podría ser así durante toda la vida.
Se sabe, que este proceso de continuo cambio, de generación de nuevas rutas, mantiene al cerebro joven y sano. Hay que entrenar al cerebro, aprendiendo y ejercitándolo, para favorecer ese proceso de plasticidad.
Actividades como realizar crucigramas, obviamente mejorará la parte del cerebro donde se encuentra la habilidad de hacerlo, debido a ciertos cambios cerebrales en esa zona. Pero según Sarah-J. Blakemore, neurocientífica del University College London, “… la cuestión es saber si esto tiene un impacto para cualquier otra habilidad”. Según la doctora, lo mismo ocurre con los videojuegos de entrenamiento cerebral, donde, acerca del hecho de que ayuden a mejorar la memoria y otra habilidades “No hay ningún indicio de que así sea y habrá que seguir investigando.
De la misma opinión es el psicólogo y ex-profesor de la Universidad de Haifa, en Israel, Shlomo Breznitz, especializado en entrenamiento cerebral. Según él, el problema de este tipo de juegos es que “el cerebro es capaz de enfrentarse a ellos a partir de modelos de repetición” por lo que son útiles al principio pero “después de un tiempo resultan inútiles”.
Si hay algo que tengo muy claro que la neurociencia puede aportar a un buen coach es un conocimiento básico del funcionamiento del cerebro, importantísimo para entender cómo pensamos y cómo piensan nuestros coachees.
Si pensamos de una manera muy simplista, y desde el punto de vista similar al deportivo, la parte del cuerpo de nuestro coachee con la que trabajamos es con su cerebro. Y además, este trabajo lo hacemos usando nuestro cerebro.
De cerebro a cerebro, por lo que , ¿no creeís que es realmente importante conocer cómo funciona?.
Volvamos al simil deportivo. Imáginemos un chico que quiere ser atleta pero qué desconoce completamente el funcionamiento de su cuerpo (algo que puede ser muy extraño de imaginar en un mundo donde la información está a un solo click de ratón). Imaginemos a este chico en su primer día de entrenamiento, empieza a correr, la respiración comienza a ser difícil, el corazón se le acelera, le aparece un dolor intenso entre el pecho y el abdomen y al poco de terminar, siente unos pinchazos en las piernas que le duran varios días, impidiéndole incluso un movimiento normal.
Nuestro protagonista, asustado, le dirá a su entrenador: “ya no vuelvo a correr, ¡esto es un horror!, si vuelvo a correr, o me da un infarto, o un ataque de asma, o ¡¡¡pierdo el movimiento de mis piernas para siempre!!!”.
Si en esta situación el entrenador no tuviera los conocimientos necesarios de medicina y fisiología del cuerpo humano para poder dar una explicación, el chico abandonaría perdiendo la oportunidad de practicar un deporte saludable.
En cambio, un entrenador que sepa decirle: “no te preocupes, tus músculos, ante la actividad, necesitan un aporte mayor de oxígeno, de ahí el aumento de la frecuencia respiratoria. Ese oxígeno debe ser rápidamente transportado través de la sangre, de ahí el aumento de la frecuencia cardiaca. Además, los pinchazos en las piernas son agujetas, que no son más que cristales de acido láctico, producto del metabolismo que ocurre en dichos músculos cuando falta el azúcar”.
Si además este entrenador es capaz de informarle al chico que entrenando más el corazón se hará más fuerte, qué existen técnicas de respiración que además le evitarán el dolor abdominal (flato) y que las agujetas se pueden solucionar con un aporte de azúcar y que son temporales, seguramente habrá conseguido empujar a nuestro futuro atleta hacia una mejor versión de sí mismo.
¿No creéis que de alguna forma somos entrenadores del cerebro de nuestros clientes?. No os perdáis futuros post dónde veremos cómo podemos hacerlo.
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